MEMORIA DE INSTANTES LÚDICOS
(Fragmento)
eee
Nos deslizábamos por el arroyo con fe en el agua, la luz, el cuerpo y su lámpara de aceite que se prendía con la palabra verano.
Éramos incrédulos a la sombra, sarcásticos ante la muerte, Dios y el diablo. ¿El temor?, salía de nosotros como fuente de orín y hacíamos grafitti en la espalda del tiempo.
eeeee
Decían que no era bueno mirar cuando, desnudos, los muchachos bañistas significaban la claridad del agua y la respiración del aire. ¿Qué era mejor: negar la sed de la mirada o bañarse en el río?
Dar de beber a los ojos hacía falta, preferible eso que fingirse ciegos.
El río continuaba: “No me preocupa el viaje soy esta flecha líquida, eso es todo” y arrollaba a su paso calores y deseos. “Nuestra vida empieza cuando la humedad imprime condición de cuerpo”
—decía—.
COMO LA PIEL: UN RELÁMPAGO
i
Alumbramientos, memoria de cierto día caluroso: un reflejo estalla en los muslos de los niños cuando corren a levantar las almendras verdes ocultas en las niñas.
La inocencia espera en el ruido de los juegos, la inercia de la lluvia, lo indiferente de las manos y el olvido de la piel, en el pan deseado.
ii
Una pareja de muchachos conspira contra la escenografía del tiempo —nos pertenecen la ficción y la naturaleza— La pareja confía en su suerte cuando deciden atravesar desnudos un poblado de máscaras. El silencio se divide en ofendidos y contagiados. Cualquier desnudez significa rebelión.
iii
He visto el más cálido atardecer, el aire que transforma en voces la primavera. En las mujeres los senos y el pubis son suficientes para combatir la eternidad. Donde hay sonidos hay cuerpos, deseos.
Nos envuelve la ceniza del tiempo y prevalecemos para transformar y desear. Deja que la humedad te glorifique, oh erección.
________________________
*Primera edición: Mantis Editores (Guadalajara, Jalisco, México 2005). Segunda edición: Mantis Editores, en la reunión poética personal Dicho Está, 2008.
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(Fragmento)
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Nos deslizábamos por el arroyo con fe en el agua, la luz, el cuerpo y su lámpara de aceite que se prendía con la palabra verano.
Éramos incrédulos a la sombra, sarcásticos ante la muerte, Dios y el diablo. ¿El temor?, salía de nosotros como fuente de orín y hacíamos grafitti en la espalda del tiempo.
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Decían que no era bueno mirar cuando, desnudos, los muchachos bañistas significaban la claridad del agua y la respiración del aire. ¿Qué era mejor: negar la sed de la mirada o bañarse en el río?
Dar de beber a los ojos hacía falta, preferible eso que fingirse ciegos.
El río continuaba: “No me preocupa el viaje soy esta flecha líquida, eso es todo” y arrollaba a su paso calores y deseos. “Nuestra vida empieza cuando la humedad imprime condición de cuerpo”
—decía—.
COMO LA PIEL: UN RELÁMPAGO
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Alumbramientos, memoria de cierto día caluroso: un reflejo estalla en los muslos de los niños cuando corren a levantar las almendras verdes ocultas en las niñas.
La inocencia espera en el ruido de los juegos, la inercia de la lluvia, lo indiferente de las manos y el olvido de la piel, en el pan deseado.
ii
Una pareja de muchachos conspira contra la escenografía del tiempo —nos pertenecen la ficción y la naturaleza— La pareja confía en su suerte cuando deciden atravesar desnudos un poblado de máscaras. El silencio se divide en ofendidos y contagiados. Cualquier desnudez significa rebelión.
iii
He visto el más cálido atardecer, el aire que transforma en voces la primavera. En las mujeres los senos y el pubis son suficientes para combatir la eternidad. Donde hay sonidos hay cuerpos, deseos.
Nos envuelve la ceniza del tiempo y prevalecemos para transformar y desear. Deja que la humedad te glorifique, oh erección.
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*Primera edición: Mantis Editores (Guadalajara, Jalisco, México 2005). Segunda edición: Mantis Editores, en la reunión poética personal Dicho Está, 2008.
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